A tan solo 80 km de Iguazú, y a una hora de las Cataratas, Yacutinga es el paradigma por excelencia de la oferta eco-turística argentina. Rodeada por el río Iguazú Superior, esta exuberante reserva privada de 570 hectáreas de selva virgen conforma uno de los ejes del Corredor Verde misionero.
Lejos de la civilización y alejado del masivo flujo de turismo que caracteriza el área de las Cataratas del Iguazú, Yacutinga ofrece una variada gama de servicios turísticos sorprendentes en medio un paisaje salvaje. En su original lodge, el descanso y la buena gastronomía, son solo una parte de la propuesta; ya que su concepto eco-turístico está dedicado a generar una armoniosa relación entre el hombre y el medio que lo rodea.
Con el asesoramiento de la Fundación Vida Silvestre Argentina, la reserva posee también, una Estación Biológica donde se desarrollan diversos programas basados en el uso sustentable de la naturaleza, que además del avance científico, permite entender mejor la selva, y por qué es necesario preservar este imponente santuario natural, quizá uno de los últimos remanentes de nuestro país y del planeta.
Quienes viven esta experiencia participan de diversas actividades, como caminatas basadas en educación ambiental, plantadas de árboles nativos, observación de fauna silvestre, y sobre todo la interpretación de la naturaleza.
Al llegar al lugar, un edificio de dos plantas y techo a dos aguas llama la atención. Las enredaderas, que cubren las construcciones recuerdan que la naturaleza manda en Misiones. Una serie de senderos conduce a las cabañas, flanqueadas por una profusa vegetación que no deja pasar la luz del sol. Podría pensarse, con cierta lógica, que la tierra misionera adoptó su tono rojizo por no usar filtro solar.
Entonces, las arboledas son bienvenidas. A la vez, el agua que fluye desde las vertientes hasta la piscina, donde sobrevuelan un centenar de mariposas, genera sonidos relajantes que invaden con su armonía el ambiente.
Además, las construcciones siguen suavemente las pendientes naturales del terreno, materiales del lugar, como piedras y grandes trozos de madera aprovechados de árboles caídos han sido incorporados exitosamente al concepto arquitectónico, integrándose de esta manera con el medio natural. Tan solo 4 hectáreas de las 570 que componen la propiedad han sido utilizadas para la construcción del complejo.
Para evitar el calor, las actividades comienzan a las 7, luego de un abundante desayuno con frutas y pan casero. Cualquiera de los ocho senderos de la reserva basta para sumergirse en un caos clorofílico, que sólo encuentra una detallada explicación cuando el guía ambientalista revela las misteriosas leyes de la naturaleza.
Allí, la conciencia de encontrarse en la selva, apartados de todo por una vastedad verde que no tiene fin, produce sensaciones infinitas que no pueden ser explicadas con la razón.
Fuente: Los Andes Online
http://www.losandes.com.ar/notas/2010/2/7/turismo-470962.asp