La epopeya de las colonias agrícolas de inmigrantes revive en museos, centros culturales, comidas y granjas de Sunchales y pueblos rurales.
En una enorme casa colonial de Presidente Roca –un pueblo rural de 500 habitantes, a 13 km de Rafaela, Santa Fe– está servido un contundente desayuno de campo. La posada Risa Erni, de la inmigrante alemana Sabina y el suizo Ricardo, tiene un ambiente amplio, de techo muy alto y con un hogar circular en el centro. Decenas de pinturas trepan por las paredes. También hay fotos, esculturas, libros y un par de relojes de péndulo. Una galería de arte en medio del campo. El canto de un gallo coincide con la primera taza de café.
Los anfitriones, con jardineros y gorros de paja, conducen un paseo en carro tirado por un tractor. Frente a la plaza, de cuatro manzanas, la iglesia deja boquiabiertos a los visitantes. La nave de estilo clásico soporta una excéntrica y moderna torre de metal. La respuesta a tanta grandilocuencia es una clase de historia que dicta la guía Etelvina. Roca, al igual que otros pueblos de la zona, no fue fundado sino “formado”: surgió en 1886, a medida que las compañías colonizadoras vendían parcelas a europeos que buscaban un futuro próspero.
Al mediodía, una propaladora lanza noticias locales, literalmente a los cuatro vientos. “Anuncia los avisos parroquiales”, explica Etelvina. En la atmósfera de otro tiempo del Museo del Pueblo, una réplica de pulpería, objetos personales, muebles, herramientas rurales, fotos y la primera caja fuerte de la comuna cuentan la llegada de los primeros colonos alemanes, daneses e italianos.
De regreso en Risa Erni, domina el aroma a caldo de carne con fideos, obra de Ricardo, al igual que el chucrut con panceta y salchichas con papas y ensalada de la huerta. De postre, tarta de manzana y budín inglés. La sobremesa invita a tirarse sobre un sillón y dormitar en la galería.
Unos 30 km al norte, Sunchales se extiende en una zona agrícola, ganadera y lechera. La muestra del Museo Municipal Basilio Donato narra los orígenes de la ciudad, que primero fue un fuerte y, luego de dos intentos fallidos, se “formó” en 1886. Accesorios, ropa, fotos, un sillón de barbero, una máquina registradora y herramientas, entre otras cosas, muestran cómo fue la vida de los pioneros, en su mayoría piamonteses, sus profesiones y oficios. Una Berlina, el Rincón de la Música –lleno de instrumentos– y una vitrola son las joyas de la casa, donde las artes plásticas también tienen su espacio. También impacta el Museo del Club Deportivo Libertad. Se recorre casi en penumbras y la tecnología sale al encuentro del espectador a cada paso.
La ciudad conserva la primera cosechadora automotriz del mundo, fabricada en 1929 por el inmigrante italiano Alfredo Rotania. En el campo, la granja educativa La Mary es ideal para visitar con chicos, que pueden pasear entre ñandúes, carpinchos, ovejas, monos y docenas de especies de pájaros. En el restaurante del predio se ofrecen picadas, parrillada, cordero y lechón. En Sunchales, el helado de leche de campo de Via Vai y el dulce de leche La Vaca Pascualita son exquisitos.
“Shalom”, saluda en hebreo un cartel del paraje Palacios, donde nació la epopeya de Moisés Ville, primera Colonia Judía Agrícola Organizada e Independiente de la Argentina, formada en 1886 con 136 familias. Mientras relata la historia, Golde Kuperstein guía un recorrido por el Museo Histórico Comunal y de la Colonización Judía. Enfrente, la Asociación Cultural y Teatro Kadima exhibe su alto valor arquitectónico. Fundada en 1929, la sala para 500 espectadores recibió a figuras como Berta Singerman y los escritores Samuel Eichelbaum y César Tiempo. Las calles del pueblo llevan a las sinagogas de Brener –Monumento Histórico Nacional–, Baron Hirsch –la única que funciona– y Obrera.
Fuente: Clarín Turismo